A través de la historia el bosque ha permitido hacer habitables las tierras de nuestro planeta proporcionando a la atmósfera el oxígeno necesario para la vida.

El bosque limpia la atmosfera y purifica el ambiente convirtiéndose en pulmón de las ciudades a las que salvaguarda de la polución. El bosque protege contra los ruidos; mitiga la fuerza de las lluvias y de los cursos de agua, evitando inundaciones, enriquece y fija el suelo, evitando la erosión; regula la temperatura, atempera los vientos y suaviza el clima, proporciona refugio y embellece el paisaje ejerciendo una valiosa influencia en el bienestar humano.

Los bosques fijan dióxido de carbono de la atmósfera, pero son los bosques jóvenes, es decir, los que están en crecimiento los que fijan más carbono. Por tanto es necesario realizar un aprovechamiento de los bosques que ya han alcanzado un óptimo crecimiento, favoreciendo su regeneración.

La madera es un material renovable que, en su crecimiento, es capaz de absorber el principal gas que provoca el efecto invernadero: dióxido de carbono.

La madera, como materia prima renovable, resulta imprescindible para la vida en la tierra.

El poder de consumo de todo tipo que hemos alcanzado en la actualidad no tiene comparación con ninguna época anterior y los resultados ya se están haciendo notar en la «salud» del planeta. Este consumo se traduce principalmente en un incremento en la producción de residuos y en la demanda energética, es decir, un incremento de la contaminación que comienza a pasarnos factura.

La madera es el principal ser vivo que lucha activamente y pasivamente contra el cambio climático y los gases de efecto invernadero. Así se recoge en los tratados de Kioto y París.

De los árboles es aprovechado absolutamente todo (incluso la corteza), sin generar ningún residuo ni causar daño persistente en la naturaleza. En este momento, existen en países como los escandinavos el doble de reservas de madera que a principios de siglo.

La disposición de la madera como materia prima es suficiente y está garantizada a corto, medio y largo plazo.

La madera es un producto ecológico, los bosques controlados son cortados, replantados y cuidados, sin producir el menor daño al entorno. Durante su crecimiento, las talas controladas y los bosques cuidados hacen que su propia salud y crecimiento mejore. Toda la madera empleada por Brétema procede de bosques y talas certificadas.

La madera estructural que empleamos en Brétema proviene casi toda de bosques de tala controlada del Norte de Europa.

Una vez que se ha obtenido la madera de los bosques sostenibles, se seca y se trata de manera que sea resistente a cualquier inconveniente que pueda surgir. Frente al fuego, la humedad o los insectos que atacan la madera, la estructura presenta una gran resistencia gracias al tratamiento específico al que se ha sometido.

Cada tipo de madera es aprovechado y empleado para unos un otros fines , en Brétema somos muy conscientes y consideramos que la mejor madera para cada región es la propia de esa región o latitudes similares. No toda madera vale para cualquier lugar o parte de una construcción.

La energía necesaria para su  “fabricación” es nula ya que el árbol utiliza la solar (función clorofílica).

Como materia prima consume muy poca energía en su transformación para ser utilizada en infinidad de usos, factor de gran trascendencia ya que el consumo de energía equivale a contaminación. 

El consumo de energía en el proceso de transformación  es muy inferior cuando se compara con los del acero, aluminio o cemento: 1 tonelada de aluminio 17.000 Kw, 1 tonelada de acero 2.700 Kw, frente a 1 tonelada de madera que tan sólo precisa 430 Kw.

La madera, una de las materias primas más nobles y útiles que existen, sin la que el hombre jamás hubiera podido alcanzar su nivel de desarrollo actual y mucho menos las cuotas de bienestar que disfruta.

La madera el hombre la ha utilizado, y lo ha aprovechado tanto para los utensilios domésticos, la industria y la construcción. Se trata de la única materia prima renovable que se utiliza a gran escala sin dañar el medioambiente. Entre el conjunto de materiales de los que dispone el hombre, ningún otro resulta tan práctico como la madera.

Al principio había un árbol

y, dice la leyenda, que cuando el hombre abandonó la cueva en la que habitaba, utilizó la madera de esos árboles como materia prima en la construcción de su hogar (desde las Cabañas de Palos con techos de paja de los Mayas, hasta el Kraal circular de África del Sur), y así, el hombre, inventó la arquitectura…

La madera ha formado parte en las construcciones hechas por el hombre desde el mismo

neolítico. Allí donde los refugios naturales no le proporcionaban la seguridad suficiente, el

hombre comenzó a fabricarse pequeñas cabañas o chozas. Seguramente la madera fue uno de los primeros materiales utilizados para ello, si no el primero, serían las ramas de madera seca que recogería del suelo, y después con la utilización de objetos cortopunzantes pedazos de madera más gruesos y más grandes.

El tratado más antiguo sobre construcción que se ha encontrada se le atribuye a Marcos

Viturbio arquitecto e ingeniero de Roma, lo tituló ‘De architectura’ y lo dedicó al emperador.

En él se encuentran las primeras descripciones observables sobre los componentes, virtudes y usos de las madera, en el campo de la construcción.

La madera fue una de los materiales más vitales en entre el siglo VII y XII , obras grandiosas de esos siglos aún perduran en nuestros tiempos con todo esplendor y grandeza.